Collage de Luna Negra

El collage de luna negra es una práctica ritual y artística que nace de la escucha profunda, del trabajo con la sombra y de los ciclos invisibles. Es un espacio de exploración íntima donde el arte se vuelve herramienta de lectura simbólica, autoconocimiento y transformación.

La primera vez que me encontré con este ejercicio fue en un círculo de saberes astrológicos facilitado por Yuliana Cerros, en Guadalajara, Jalisco. A partir de esa experiencia inicial, me adentré en el compartir de saberes de su maestra —y hoy también mi maestra— Paloma Todd, creadora de Soberanía Creativa. Desde ahí, esta práctica se fue enraizando en mi propio camino creativo, ritual y corporal, hasta convertirse en un lenguaje propio.

Desde la astrología, la luna negra —también llamada luna balsámica— corresponde a las tres noches previas a la luna nueva. Es un tiempo de cierre, disolución y vacío fértil. Simbólicamente, es un umbral: los velos entre dimensiones se adelgazan, la conciencia se vuelve más permeable y el acceso a información de planos sutiles se vuelve más claro. No es un momento de acción externa, sino de recogimiento, escucha y revelación.

Hago este trabajo desde una mirada sensible, cíclica y situada desde los feminismos, influenciada por el arte ritual, el pensamiento simbólico y las prácticas de autoconocimiento. El collage de luna negra es para mí una herramienta de exploración, cuidado y lectura: un oráculo visual que permite asomarse a lo que permanece oculto, a lo que todavía no tiene forma ni nombre.

Me gusta pegarlos en la pared y convivir con ellos en el tiempo. Al observarlos día tras día, los collages comienzan a decirme cosas distintas; conforme avanza el ciclo, el mensaje a veces se transforma. Ahí reconozco la potencia de lo simbólico y lo arquetípico: imágenes que no se agotan en una sola lectura y que resuenan en capas profundas de nuestra experiencia, más allá de lo racional.

Mi práctica de collage ritual se realiza desde ese punto del ciclo. Trabajo con imágenes recortadas, fragmentos, capas y asociaciones intuitivas que funcionan como portales. Cada collage es una lectura visual, una especie de oráculo personal donde las imágenes, al encontrarse, comienzan a contarse entre sí una historia. No busco respuestas cerradas, sino abrir preguntas, señalar tensiones, mostrar recorridos posibles. La lectura puede darse en múltiples niveles: emocional, energético, narrativo y corporal.

En ocasiones coloco varios collages uno junto a otro y, con sorpresa, descubro que entre ellos aparece un hilo narrativo. Las imágenes dialogan, se miran, se responden, y comienzan a contar una historia más amplia. Esta forma de lectura abre un acceso a un estado de conciencia expandida —una escucha más amplia e intuitiva— desde donde es posible percibir sentidos que aún no se manifiestan del todo, pero que ya están gestándose.

Lo realizo como un acto de presencia, honestidad y escucha profunda, confiando en que cada imagen llega cuando es necesaria y que cada lectura se despliega en su propio tiempo.